Aprender mientras se duerme fue una tendencia con cierto éxito en los años ’80. La invención del walkman, que permitía llevarse casetes a la cama, fue la mecha necesaria para hacer estallar la producción de toda clase de métodos estrafalarios. Grabaciones para adelgazar mientras duermes, aprender economía durante el sueño… estos productos fueron la expresión de una sociedad que empezaba a lidiar con el estrés epidémico y necesitaba encontrar horas para el estudio. Hasta un capítulo de Los Simpsons ilustró el asunto: Homer se compra una cinta para adelgazar mientras duerme, pero en su lugar le envían una para mejorar su vocabulario. Aunque Homer aprendió nuevas palabras, fuera de la ficción estos métodos nunca funcionaron. La utilidad real de estos métodos fue nula, aunque hubo una tendencia con más éxito comercial y que últimamente ha renacido: aprender idiomas durmiendo.
En nuestra época de terraplanistas, antivacunas y conspiraciones reptilianas, sería extraño que alguien no intentara desenterrar la hipnopedia. Ese es el nombre de la técnica: y aunque tenga un nombre bonito, su utilidad es la misma que la del mesmerismo.
Vamos a las evidencias científicas. La Universidad Northwestern, de EEUU, pudo demostrar en 2009 que nuestro cerebro escucha los sonidos que se producen mientras dormimos. Con estos resultados en la mano, el grupo de investigación de Northwestern intentó averiguar si es posible aprender idiomas durmiendo. El resultado: solo es posible afianzar levemente lo que ya se ha aprendido durante la vigilia. Pero con una contraindicación muy importante: perturbar los patrones de sueño puede impedir que el cerebro descanse. Florence Cardinal, de la
Fundación Nacional del Sueño de Canadá, señala que alterar los patrones de sueño da lugar a problemas de salud y aprendizaje. Es decir, justo lo contrario que se busca.
Si quieres avanzar más rápido en un idioma, céntrate. Cuando estudies, estudia. Cuando descanses, descansa. Y mejor repasa justo antes de dormir.
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