Academias franquiciadas: ¿sí o no?

En las academias de idiomas, como en muchos otros sectores, está en auge el fenómeno de las franquicias. Suele funcionar así: una persona compra el derecho a usar una marca comercial y recibe de la casa matriz algunos materiales y, sobre todo, la imagen de una gran empresa. A cambio, debe pagar un canon de cantidad variable según la marca.

Para los estudiantes, matricularse en una academia franquiciada puede tener algunas ventajas: va a estudiar con un método de enseñanza que ha demostrado ser útil, y recibirá una calidad estándar. Pero esto puede ser también un inconveniente, si lo que necesitas es distinto del estándar de la marca. Por otra parte, como los franquiciados deben pagar un canon que mengua sus beneficios, pueden intentar recortar gastos contratando profesores menos preparados o pagando poco, lo que dará lugar a docentes poco motivados.

Para los propietarios de academias, adquirir una franquicia puede ser una opción interesante si se cuenta con poco capital inicial, ya que la casa matriz suele aportar materiales, mobiliario, imagen gráfica y lo más importante: una marca consolidada. Por contra, el canon que debe pagar el franquiciado puede eliminar la rentabilidad, y las normas contractuales pueden impedirle enseñar a su manera o hacer publicidad extra por su cuenta.

 

Un caso llamativo de las franquicias de academias en España fue el de Opening. Fue una marca de academias de inglés que se extendió por todo el país: sus centros abrían varias sucursales en Madrid, Barcelona, Valencia, y llegaban incluso a pueblos y ciudades pequeñas. La empresa poseedora de Opening también operaba con productos conocidos como Home English o los cursos a distancias CEAC. En lo que nos interesa, las academias de inglés, llegó a tener más de 80.000 alumnos en el año 2002. En el verano de ese año la casa matriz se declaró en quiebra, dejando sin previo aviso a unos 45.000 estudiantes con el curso ya pagado pero sin recibir clases. Dado que sus cursos costaban unos 1.500 euros por año académico, y que muchas personas pagaron por adelantado, el quebranto económico que provocaron a sus alumnos fue enorme.

Curiosamente, los franquiciados aguantaron el tirón mucho mejor que la casa matriz. Los centros gestionados directamente por Opening cerraron, dejando sin servicio a miles de personas y enfrentando un proceso judicial que se resolvió once años después. En cambio, los emprendedores que compraron el derecho a usar la marca Opening siguieron impartiendo clases y cumplieron sus compromisos con sus estudiantes. Eso sí: tuvieron que cambiar la marca de sus academias de inglés.

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